"Sin título (siniestro)" - Lápiz, óleo y pelo sobre servilleta de lino - 41 x 41 cm. c.u. - 1994
“Marina Núñez ha sabido crear un lenguaje de una gran potencia plástica, uno de los más personales y característicos en nuestro arte actual, en el que resuenan la duda y la ironía: ¿estamos seguros de lo que excluimos y de por qué lo excluimos? Imágenes densas, desdobladas, que en su fluir han ido articulándose en series: Locura, Muerte, Monstruas, Medusas o, la última, Ciencia-ficción. La figura de la mujer ocupa un espacio central en ese mapa de exclusiones, una forma de resaltar en la imagen el lugar relegado que tradicionalmente se le ha asignado en la historia de nuestra cultura. Pero lo decisivo es el desdoblamiento. Las locas que retornan desde el drama de la histeria se duplican en un espejo flotante, sin marco ni perfil /.../ Marina Núñez nos muestra aquello que habitualmente no sabemos ver, pero que sin embargo nos configura como verdaderamente somos. Porque, evidentemente, la proyección del otro negado brota de nosotros mismos. El monstruo germina en nuestra mente, Frankenstein es nuestra criatura. Algo que el movimiento romántico constituyó en uno de sus temas centrales: no hay yo sin su doble” (José Jiménez).
“Historias de mujeres, casi sólo de ellas, que Marina Núñez viene en los últimos años recreando en una inmersión iconográfica que le sirve para hablar de algunos asuntos que ya nos son familiares. Familiares porque nos afectan directamente y porque estamos todos, de algún modo, como agentes, como causas o como pacientes (o como todo un poco a la vez), metidos de lleno en esa historia, en esas historias. Nadie es inmune a la enfermedad –aunque las profilaxis tiendan a adormecernos–" (Juan Antonio Álvarez Reyes).
Creo que estos dos párrafos constituyen un pórtico perfecto por el que introducirnos en el trabajo de una artista que ha sabido, como pocas de su generación, trazar la cartografía de un inquietante territorio donde la extrañeza más oscura de lo íntimo se cruza con la exclusión social y la crudeza –pura y dura- de la dominación. Lo siniestro avanza como una sombra en el espacio doméstico y, a su paso, el ámbito familiar se convierte en el escenario cerrado del delirio.
Si, siguiendo la clásica terminología freudiana, entendemos lo siniestro (unheimlich) como la negación de lo hogareño (heimlich), hemos de convenir también que esta negación impone una presencia “encantada”: algo conocido y familiar se nos ha vuelto extraño por la represión (un deseo negado y enterrado vivo), y retorna como fantasma para aterrorizar a su matador. Existe una cierta nostalgia de lo siniestro, en tanto que realidad perdida, en tanto que “yo” escindido, que conecta estas obras juveniles de Marina Núñez con algunas de las estrategias narrativas propias del surrealismo canónico, fundamentalmente a través de la técnica del collage (un sobrecogedor collage con cabellos humanos constituye sin lugar a dudas una de las piezas importantes de esta exposición) y el cruce sorpresivo de mundos.
Las seis obras de Marina Núñez que pueden verse en Casus Belli, pertenecen a la serie “Siniestro” (1994), es necesario señalar que la artista tenía entonces 28 años, y muestran un virtuosismo técnico y una claridad ideológica difícilmente compatible con un momento tan temprano de su formación. Todas ellas realizadas sobre pequeñas servilletas de lino para mejor servirnos en bandeja la crudeza de su iconología.
La irrupción en el ámbito cotidiano-estándar del salón burgués de una escena con feminicidio –el trabajo de Marina Núñez es una constante denuncia de la exclusión femenina- tomada de la historia del arte, cumple en su serialización, en su inmisericorde repetición, la más cruel de las amenazas de lo siniestro: la pulsión de muerte teñida de erotismo, la convergencia entre lo sexual y lo destructivo.